El día que murió, simplemente no volvió a latir su corazón, dejó un gran dolor a su familia, colocó un recuerdo muy bello a sus amigos, abandonó una vida por delante, pero al cerrar sus ojos ya no volvió a sufrir. No volvió al llorar por la joven que solo jugo con él. No volvió a sufrir por el rompimiento con el amor de su vida. No volvió a sufrir por el dinero que no tenía. No se preocupó por fallarle a su mamá. No pensó mas en decepcionar a su papá. No volvió a sentir el frío que se cuela por la ventana sin cristal. No volvió a sentir el calor que quema mientras se trabaja de sol a sol. No volvió a ver a su madre llorar, a su padre gemir, a sus hermanos gritar o a sus sobrinos sufrir. No se preocupó mas por el que comer. No se preocupó mas por el que beber. No se amedrentó mas por como vestir. No sufrió mas por cargar en el Gimnasio cada día mas. No se preocupó por poder tener un accidente. No volvió a tener un resfriado. No se preocupó por descompensarse al hacer mucho ejercicio. No se acongojó por el que dirían de él. No volvió a experimentar lo que es llorar amargamente. No volvió a saber lo que es perder a un ser querido. No sintió la decepción de la falla de un amigo. No descubrió lo que los demás pensaban de él. No sintió las envidias y las habladurías de los que lo odiaban. Pero sobre todo no se volvió a preocupar por fallar al punto de no poder arrepentirse y salvarse. Ahora duerme, solo espera y todo esto no lo volverá a experimentar cuando vaya a resucitar.
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